Vínculo entre la mamá y el bebé
El vínculo entre la mamá y el bebé…
Por Lic. Marisa Russomando, Psicóloga, Directora del espacio
La Cigüeña, www.espaciolc.com.ar
Ante el nacimiento de un bebé, los padres suelen
experimentar períodos de confusión en los que es necesario pasar por el primer
tiempo en donde la pregunta acerca del futuro de su hijo es lo que orienta sus
vidas: si serán buenos padres, si crecerá sano y feliz…sumado a la
adaptación que cada madre y padre necesitan a sus nuevos roles.
Es importante para ese nuevo vínculo, darse el permiso para conocer a este
nuevo hijo, conectarse con él, aprender a ejercer la función materna y paterna
en las experiencias fascinantes que nos esperan cada día, recordando que todos
los bebés necesitan para su desarrollo del contacto físico, de la mirada de su
madre y de su palabra ya que así se propiciará el encuentro, el vínculo entre
ellos y se apostará a la singularidad de ese pequeño.
Sostén, mirada, tacto, palabra…le dan al bebé la posibilidad de ser, por
eso es tan importante generar espacios para acompañar a la mamá: facilitar
el vínculo proponiéndole actividades alternativas diferentes a las que tienen
como objetivo la evolución del niño, fomentando la confianza en sí misma y en su
capacidad de ayudar al bebé a lo largo del complejo proceso de desarrollo, para
que desde allí pueda ofrecer a su hijo momentos de sostén y sentimientos de
disponibilidad corporal y emocional.
Este contacto junto con el lenguaje marcan la modalidad propia de cada uno de
relacionarse con los otros, con el mundo. Modalidad que día a día va tomando
cuerpo en el bebé, preparándose para la vida de relaciones.
El niño y el lenguaje
El bebé es alguien que no tiene aún la capacidad del habla, pero ello no
quiere decir que no tenga relación con nuestro lenguaje: comprende, se
alimenta de nuestro discurso, está habitado por el lenguaje antes de poder
emplearlo. Es por ello que es sugerible hablarle al niño, y de esta manera
entremezclar nuestras palabras con su balbuceo inaugurando un vínculo basado en
el intercambio y en al afecto.
Hablarle, hablar de él, anticipar lo que vendrá: ahora nos vamos a
bañar…, cantarle, contarle cuentos conforman un tesoro interior que lo
acompañará a lo largo de su vida.
Cuanto más pequeño es el niño, más importante es lo que hablamos en forma
indirecta, no sólo recibe la palabra que dirigimos hacia él, también lo que
decimos de él y el lenguaje que intercambia nuestro cuerpo con el de él.
Una de las primeras consecuencias del lenguaje consiste en favorecer la
singularidad del ser de este niño. Es por ello que la misma palabra dicha a
dos niños diferentes, provoca diferente reacción en cada uno: toca distintos
rasgos. De allí la importancia de que los adultos prestemos especial atención a
los signos que los pequeños nos destinan, intentando atravesar la dificultad,
priorizando su voluntad de comunicarse y así descifrar el contenido de su
respuesta o mensaje, es en este intercambio donde encontrará el tono necesario
para evolucionar de la mejor manera sea cual fuere su dificultad.
En la mayor parte de los casos se empieza a hablar del niño mucho antes de su
nacimiento: en nuestros deseos, nuestros proyectos, en la elección del
nombre. Desde ese momento, el niño empieza a vivir, y se desarrollará y crecerá
si se le otorga suficiente espacio, pero no del físico sino del psíquico, es
decir todo lo que de él se dijo, imaginó, esperó aún antes de su nacimiento…