Trastornos de alimentación: bulimia y anorexia

Una mirada diferente sobre los trastornos alimentarios: el
rol de los padres

Por Dra. Mabel Bello, Presidenta de ALUBA (Asociación de
Lucha contra la Bulimia y la Anorexia
www.aluba.org.ar
 

Los trastornos de alimentación han existido siempre y hay
descripciones de ellos en muchos relatos de la Historia.
El origen del
síndrome en estos trastornos del comportamiento alimentario está relacionado con
la biografía personal, el contexto familiar, los acontecimientos vitales y las
presiones socioculturales.

La bulimia y la anorexia son trastornos cuya base se encuentra en
alteraciones psicológicas que puede llegar a tener graves repercusiones
biológicas y fisiológicas. Desde la ausencia de menstruación, caída del pelo,
sequedad en la piel, alteraciones gastrointestinales o complicaciones
endocrinológicas, hasta serios problemas cardiovasculares y renales.

Hay factores predisponentes que hacen que algunas personas sean más vulnerables
a desarrollar un trastorno debido a sus características individuales y a las
situaciones familiares y sociales que viven.

Alguna de las características individuales que pueden predisponer a sufrir un
trastorno de alimentación son:

– Tener hábitos alimentarios inadecuados, intentos de dietas rígidas, irreales e
imposibles de cumplir y antecedentes familiares de obesidad.
– Preocupación excesiva por la imagen corporal: el deseo exagerado por conseguir
un cuerpo perfecto y así compensar otros aspectos de la personalidad con los que
la persona se encuentra insatisfecha.
– Desvalorización interna por falta de autoestima.
– No ser capaces de enfrentar problemas, planificar soluciones y llevarlas a
cabo.
– Creencias irracionales sobre la apariencia física y la aceptación social.
– Vivir muy pendientes de los demás. Buscar satisfacerles.
– Miedo a madurar, a crecer y a manejar la independencia que esto implica.

También existen ciertas características familiares en las personas que
presentan estos trastornos:

– Familias que conceden una importancia extrema al cuidado de la imagen externa.
– Madres y padres que tienen expectativas demasiado altas para sus hijas e
hijos.
– Miembros familiares con problemas de alcoholismo o depresión.
– Malos tratos, abuso sexual o abandono.
– Antecedentes de anorexia o bulimia en hermanas o hermanos.

Los factores precipitantes hacen referencia a aquellas circunstancias
estresantes que hacen que se desencadene la enfermedad.

Uno de los conceptos fundamentales que hay que tener claros para entender este
tipo de trastornos, es que se trata de una enfermedad y no de una simple manía o
capricho de quienes la padecen.

El gran error que se comete es creer que las personas caen en esta enfermedad
por gusto y quienes están a su alrededor no logran entender cómo pudo pasar.

El punto entonces es entender que el tema pasa por el cómo las mujeres o
adolescentes, van manejando las distintas experiencias de la vida.

Para prevenir o tratar a tiempo esta enfermedad, es importante que la
sociedad tenga claro los aspectos y conductas que delatan a las personas que la
padecen, así como también tomar conciencia de que con prohibiciones o retos no
se cura, y que requiere de un tratamiento integral que consta de nutricionista,
psicólogo o psiquiatra y equipo médico, para que pueda existir un buen
diagnóstico.

Dado que estos trastornos se presentan principalmente durante la adolescencia y
primera juventud, el papel de la familia es fundamental. La familia no es
culpable del trastorno, pero debe implicarse en la detección del problema, en el
tratamiento y, por supuesto, es el fundamental agente preventivo.

No sólo se trata de estar pendiente de los comportamientos de la hija o hijo
con la comida, sino saber qué aspectos en su vida pueden estar resultando
difíciles
. Es importante no apresurarse a quitar importancia a sus
comentarios y entender que sus preocupaciones son muy importantes para ellos.

Es fundamental revisar si en la familia hay dificultades en la comunicación o a
la hora de resolver los conflictos: si se exageran, se niegan o se intentan
resolver siempre a través de la agresividad o de culpas mutuas.

Es conveniente facilitar la expresión de los sentimientos, incluidos los
negativos.
Si no se hace, se favorece a que se expresen de manera indirecta,
por ejemplo, a través de la comida. Para algunas personas comer de forma
compulsiva o no comer llega a convertirse en la única forma de expresar
emociones totalmente normales como el enfado o la ira.

También las madres y los padres deben preguntarse si no tienen una actitud muy
crítica que pueda estar afectando la autoestima de los hijos, o si se establecen
límites y normas adecuados a la edad de sus hijas e hijos, o si estos son
escasos o bien excesivos, impidiendo su autonomía y maduración.

Los trastornos alimenticios se pueden tratar exitosamente y se puede
restablecer un peso saludable.
Mientras más pronto se diagnostique y se
trate la enfermedad, es más probable que haya mejores resultados. Debido a su
complejidad, los trastornos alimenticios requieren un plan extenso de
tratamiento que involucra monitoreo y cuidado médico, intervenciones
psicosociales, asesoría en nutrición, y cuando es adecuado, control con
medicamentos.
 

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