"Des-acuerdos" de vacaciones
Por Leonardo Glikin, Presidente de CAPS Asociación Civil,
www.caps.org.ar.
Hace tiempo ya que se viene considerando que las vacaciones
son el momento de ruptura definitiva de muchas parejas y que el regreso a casa
marca un aumento en la cantidad de consultas y/o inicios de procesos de divorcio
en relación al resto del año.
En realidad, divorcios hay durante todo el año todos los años. ¿Qué es
entonces lo que sucede en marzo? ¿Por qué las vacaciones tan
desesperadamente esperadas para desconectarse de la rutina, descansar, compartir
más y mejor tiempo con la pareja y la familia terminan en la insólita e
inesperada declaración del deseo de divorcio? Y con la consecuente acción
dirigida a legalizar dicha decisión ¡ya!
Las hipótesis son varias. Podríamos pensar principalmente que todo lo
no-funcional, lo sintomático de una pareja en su vida cotidiana, queda
aldescubierto, paradójicamente, en tiempos de descanso y corte de la rutina.
Las vacaciones no gestan, pero sí manifiestan todo aquello que ha estado latente
durante los años de vida en pareja, cuyos miembros viven como peligroso todo lo
que se genera en tiempos de vacaciones: mayor cantidad de tiempo frente al
otro, tiempo libre que no logran ocupar ni siquiera como tiempo de ocio
compartido.
Es claro que hoy los miembros de una pareja, durante el año, poseen
múltiples ocupaciones por necesidades reales (económicas) o psicológicas
(inconscientes). Frente a tantas actividades, le han dado la espalda a todo
aquello que comenzará a manifestarse en la temporada de vacaciones.
Al alterarse la rutina que una pareja sostiene durante el año, ha de surgir
todo aquello que, justamente con esa rutina, se han encargado de ocultar. Se
les impone una realidad que deben pensar-reflexionar cada uno de ellos pero
también entre ellos: ¿qué los une verdaderamente?
He aquí donde surgirá la angustia que reavivará antiguos fantasmas, temas
pendientes, recuerdos de malos momentos… Todo comenzará así a ser dicho, a
ponerse en palabras. Se elevará el volumen de las charlas, ya discusiones
Comenzarán las diferencias y, con ellas, todas las heridas empezarán a
sangrar: heridas viejas, heridas nuevas, heridas que calan más profundo con cada
reproche. Todo es sacado a la luz, parecería que el sol del verano alumbra más y
mejor. Se sacan los trapitos al sol, dirían las sabias abuelas.
También aparecen bajo la luz del sol la intolerancia ya existente entre ambos
cónyuges, la falta de interés por lo que opina o proyecta la otra parte, lo
olvidado y hasta el no querer compartir actividades, aun las más banales y
comunes.
La intolerancia que se siente es tal, que parecería no dejar siquiera escuchar
la opinión del otro, sus comentarios o las posibles modalidades para llegar a
acuerdos como un intento de mejorar la relación. Parecerían estar jugando entre
sí, tal vez, a la supervivencia del más valiente o del más resistente a tanta
violencia y agresión.
Otro factor a considerar implica a los hijos cuando, no tan chicos, generan
mayor cantidad de tiempo para la pareja. Tiempo que les hará verse en el
vacío que sienten aun junto al otro-madre/padre de esos hijos.
Cuando no se ven reflejados en la mirada del otro (porque el otro esta
mirando para otro lado), aparece otro tema a considerar que es el paso del
tiempo y el surgimiento de las conocidas crisis de los 40, los 50, los 60
Con todo esto, no podemos deducir que las vacaciones sean causa, motivo o
razón del divorcio. Las parejas que tienen problemas, los tienen. Aunque
estén ocultos o negados. Las vacaciones sólo puedan provocar que sean más
sentidos, manifestados y enfrentados o negados. Y la rutina que encontrarán al
regreso no podrá, en ese punto, salvar ya a esa pareja como venía haciéndolo.
Ante la revelación de las dificultades, ya nada sirve.
La manifestación de la decisión de divorciarse podrá entonces ser o no ruidosa.
Dependerá de lo patológico del vínculo, pero seguramente- generará angustia y
todo comenzará a pensarse, a precipitarse, y la persona no logrará sostener ese
vínculo
un año más. Este es el momento en que la pareja deja de ser una unidad
y pasa a ser una suma de dos personas. Dos seres que tienen que equiparar las
relaciones de fuerza y poder entre ambos. Uno tiene más información que el otro
y no pueden dialogar porque es más la fuerza de la bronca que la fuerza de la
razón.
Por eso, y para evitar males mayores, es bueno que se planteen la posibilidad
de buscar asesoramiento profesional e interdisciplinario. Un tercero que
intervenga y los ayude a encontrar una salida lo menos perjudicial posible para
una situación inevitable.